Recientemente, recibí inesperadamente información sobre una parte del pasado de mi padre que nunca supe que existía.

Mi esposa Amy y yo estábamos cenando en un restaurante local cuando vi entrar a un hombre para recoger un pedido. Me acerqué a él para saludarlo, ya que lo había conocido y apreciado durante muchos años.

Después de unos minutos de conversación, me contó que su tío le había hablado una vez sobre mi padre. Su tío había servido en el Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y estaba asignado a las fuerzas de ocupación en Japón bajo el mando del General Douglas MacArthur.

Mientras caminaba por una calle de Tokio, escuchó que alguien lo llamaba por su nombre. Al mirar hacia adelante, vio a un joven con uniforme de la Marina de los Estados Unidos acercándose. El joven sonrió y le dijo: “Tú eres de Prestonsburg, Kentucky”. El hombre respondió: “Sí, y tú eres Prent Ball, también de Prestonsburg”.

Ambos se rieron y conversaron, felices de haber encontrado a alguien de su hogar en un lugar tan lejano. Más tarde, el hombre que contaba la historia recordó lo maravilloso que fue ese momento de conexión humana.

Nunca supe que mi padre había estado en Japón al final de la guerra; jamás lo mencionó. Pero esta historia me dejó una gran lección: la conexión humana es esencial.

Todos necesitamos conectar con otras personas. Trata a los demás con sensibilidad y amabilidad. Míralos, escúchalos. Pídele a Dios que te use para tocar sus vidas. Ellos necesitan esa conexión.

La Biblia dice en Proverbios 18:24: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo…” (RVR1960).

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