Bette era una de varias secretarias en una pequeña empresa: una pieza más dentro de una operación mayor.
Era cuidadosa y responsable. Escribía a máquina con destreza, pero había algo que la frustraba: perder tiempo corrigiendo errores.
Como tenía formación en arte, recordó que cuando un pintor cometía un error en el lienzo, simplemente pintaba encima.
Intrigada, Bette comenzó a experimentar con distintos químicos en su cocina. Tras numerosos intentos fallidos, desarrolló una fórmula similar a la pintura que cubría con facilidad los errores tipográficos. Con esa mezcla, podía teclear de nuevo sobre el área corregida después de aplicar su “pintura”.
Bette, madre soltera, intentó comercializar su descubrimiento. Contrató a un estudiante universitario para ayudarle a vender el invento. Al finalizar el primer año, había vendido $1,142.71, pero sus gastos sumaban $1,217.35.
Tomó un segundo trabajo y con ese dinero contrató a un químico para mejorar la fórmula. Luego viajó por varias ciudades para presentar el producto. Después de cada demostración, dejaba 12 frascos como muestra gratuita para las secretarias. Ellas quedaron encantadas y comenzaron a pedir más.
En 1979, Bette Nesmith vendió The Liquid Paper Company por $47.5 millones de dólares.
Su idea “pequeña” se convirtió en un éxito gigantesco.
No desestimes algo por parecer insignificante. Puede ser la semilla de la bendición que Dios traerá mañana.
La Biblia dice en Zacarías 4:10 (NTV):
“No desprecien estos pequeños comienzos, porque el Señor se alegra al ver que el trabajo comienza…”
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