Fe, Estigma y Sanación

Por qué la Iglesia debe liderar en temas de salud mental

Nos encontramos en medio de una crisis de salud mental sin precedentes. La Organización Mundial de la Salud advierte que una de cada cuatro personas experimentará un trastorno mental a lo largo de su vida. Esta estadística nos recuerda que muchos estamos vinculados —de manera directa o indirecta— a alguien que enfrenta desafíos en su salud mental: amigos, familiares, colegas e incluso miembros de nuestras propias congregaciones.

El Salmo 34:18 nos dice: “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón y salva a los de espíritu abatido”. Este versículo refleja la responsabilidad de la iglesia de acudir al auxilio de los que sufren y encarnar la compasión de Cristo.

A lo largo de la historia, la iglesia ha sido instrumento de ayuda concreta y poderosa. Desde sus raíces en la medicina y la fundación de hospitales, hasta iniciativas para alimentar a los hambrientos, dar techo a personas sin hogar y cuidar de los huérfanos, la iglesia ha demostrado que su misión va mucho más allá de lo espiritual.

Entonces, ¿por qué ha sido tan difícil para la iglesia abordar las necesidades relacionadas con la salud mental?

Es momento de reconocer que muchas personas que enfrentan estos desafíos buscan primero apoyo en su comunidad de fe, antes de considerar la ayuda de un profesional en salud mental.

Para muchos, la fe es un pilar central de su vida. En momentos de angustia, la iglesia representa un primer refugio. Las prácticas espirituales, el sentido de pertenencia y la comunidad pueden ser fuentes de esperanza y consuelo. Sin embargo, los problemas de salud mental también pueden generar aislamiento y desconexión, lo que subraya la urgencia de hablar abiertamente sobre el vínculo entre fe y salud mental.

Uno de los mayores obstáculos para que las personas pidan ayuda en la iglesia es el estigma. La errónea creencia de que atravesar una crisis mental es señal de una fe débil puede silenciar a quienes más necesitan hablar. Esta desconexión entre la comprensión moderna de la salud mental y ciertas enseñanzas tradicionales crea un ambiente de silencio que obstaculiza la sanación. La iglesia debe romper este estigma y ofrecer un espacio seguro, libre de juicios, donde se pueda pedir ayuda.

La Biblia nos recuerda nuestra responsabilidad mutua. Gálatas 6:2 dice: “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo”. Este mandato nos llama a acompañarnos en los momentos difíciles, como una comunidad de apoyo.

La iglesia tiene una oportunidad única para marcar la diferencia si actúa con amor, comprensión y compasión. Convertirse en un verdadero refugio para los afligidos también implica crear ministerios de cuidado que trabajen en conjunto con profesionales y organizaciones dedicadas a la salud mental, ofreciendo recursos y herramientas vitales para los miembros de la congregación.

Además, es fundamental que la iglesia abra espacios para hablar de salud mental desde el púlpito. Sermones con base bíblica que traten estos temas pueden promover la empatía, el entendimiento y la aceptación. Pero hay aún más formas de impactar.

Al establecer un ministerio de cuidado integral, las iglesias también pueden formar a líderes y feligreses en temas de salud mental, lo que no solo aligera la carga pastoral, sino que también empodera al cuerpo de Cristo para servir de manera más efectiva.

La necesidad de atención en salud mental seguirá creciendo, y la respuesta de la iglesia también debe crecer con ella. La pregunta es: ¿Qué haría Jesús? La respuesta es clara: abriría las puertas de su iglesia para ofrecer un santuario donde las personas sientan el amor de Cristo a través de un acompañamiento compasivo.

Es tiempo de que la iglesia avance, abrace su rol como pilar de esperanza y sanación, y asegure que la salud mental se convierta en una parte esencial de su ministerio.

Por la Rev. Reina Olmeda, directora de la Iniciativa de Salud Mental del Centro de Salud Ministerial (CMH) de la NHCLC, el primer programa nacional de salud mental diseñado y liderado específicamente por evangélicos latinos.

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